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Friday, October 11, 2024

Carolina

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El Colorado

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Marco Bernal
Marco A. Bernal es licenciado en comercio internacional por la Universidad de Guadalajara. Ha publicado en diversas antologías entre ellas: “Caleidoscopio” de la editorial La Zonambula de la SOGEM y “Charlas de café”. Ha publicado también en el periódico La Crónica de Jalisco algunos cuentos que profusamente reflejan la condición humana. —Escribo por la necesidad latente de vaciar el alma.

HACE POCO TIEMPO CAROLINA aprendió a leer. Ahora, Carolina colecciona palabras. Palabras y mosquitos. Sus preferidas son las esdrújulas sin aspavientos. En cuanto a los mosquitos, aun no lo sabe, puesto que todavía no atrapa uno.

Carolina, posee algunas palabras que huelen mal y otras que nombran flores. A las primeras, las deposita en una bolsa aséptica, y a las otras, como a “geranios” y “tulipanes”, las siembra en una maceta para que cuando crezcan, perfumen su mundo. Tan pronto escucha una palabra que no tiene, la guarda en su morral de ixtle, así jamás se le escapan. Carolina piensa que las palabras más difíciles de atrapar son las pronunciadas por los eruditos, ella dice que estas, ¡siempre se comportan como renacuajos húmedos y viscosos!
A Carolina, también le gusta regalar palabras a la gente; sobre todo las que dan felicidad o hacen recordar cosas bonitas. Una vez le regaló a su papá la palabra “sonrisa”; y él, en agradecimiento, le regresó la palabra “cosquillas”. ¡Ese día los dos reían como locos!
Justo ahora que ha leído su primer libro, Carolina las tiene casi todas, aunque algunas le provocan miedo como “vampiro” o “ciempiés”. A esas, mejor las aparta en un pequeño baúl de madera que parece un ataúd. A “lluvia” y “mar”, las tiene dentro de una cubeta de peltre, así las demás no se mojan.
A veces, cuando su mamá no la mira, Carolina juega con la palabra “lodo”. Imagina que, con ella, cocina pastelillos de chocolate. ¡Y siempre le quedan muy ricos!
Carolina está segura de que, cuando crezca, escribirá un libro. Uno que contenga las palabras “Constantinopla” y “otorrinolaringólogo”. Y es que no encuentra otro lugar donde ponerlas. Con las palabras chiquitas y los puntos y comas, ha elaborado un jarabe contra el mal de ortografía, que bien le hace falta a su primo Paco.
Carolina se ha dado cuenta de que los saldos y palabras repetidas, le sirven para ensamblar metáforas y poemas, los cuales utiliza para disculparse de los golpes involuntarios que propina a las personas cuando intenta atrapar mosquitos.
― ¡Disculpe usted señor! ― dice Carolina, y recita un verso.
A cambio, la gente le obsequia un apretón de mejillas.
Cuando Carolina está aburrida, coloca algunas palabras en una bolsita Ziploc, y después las agita para que se mezclen. Ha notado que cuando las saca de ahí y las pone sobre su cama, salen en forma de una linda historia.
A Carolina, a veces le suceden cosas. Hace días, un gato negro se metió por la ventana. De inmediato, el felino se encontró con la palabra “ratón”. Y “ratón”, que gustosa comía un trozo de queso, saltó de miedo y corrió por toda la casa. Carolina se asustó mucho. El gato negro brincaba por todos lados y rasgaba las cortinas cada vez que pasaba por allí. ¡Se quería comer a “ratón”! Entonces, a Carolina se le ocurrió una idea; tomó su crayón morado y escribió sobre la pared la palabra “dragón”. En ese momento, la habitación quedó completamente en silencio. Y de pronto, un fuerte bufido le hizo taparse los oídos. Un dragón enorme hecho de letras mayúsculas emergió del muro. Era de color púrpura y miraba al gato con sus grandes ojos. Cuando respiraba arrojaba sopa de letras caliente por la nariz. Entonces, el gato negro al verlo se quedó paralizado, y sigiloso, se fue escabullendo poco a poco hasta la ventana.
Carolina tiene un dragón morado que la cuida. Lo que no tiene todavía es un mosquito. Ella dice que sería más feliz si tuviera uno. También dice que los mosquitos son raros, y es que alguna vez los ha escuchado zumbar cortas y agudas onomatopeyas.

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